domingo, 14 de febrero de 2010

En la selva, lo mejor son las charapitas...


Andando por la selva peruana me encontré con muchísima gente amable, y mujeres desbordantemente femeninas y calientes. Todos en la selva, coinciden en que el calor los vuelve así, exóticos, eróticos, alegres, casi "in-deprimibles". El único problema que se presentó ante mi ojo deformado por la sociología, fue que esta gente encantadora, asimilaba la modernidad de una manera casi destructiva. En verdad, ni siquiera sé, si la asimilan.

Una mujer Belga no sabe cómo entrar a una cocina en Tarapoto y los nativos de Lamas no aceptan a los meztisos de Lamas. Los televisores existen en toda la amazonía peruana. La profesión más famosa es ser scicario, pero nunca verás un suelo con azulejos... o cerámica, te dicen los grupos económicos chilenos que andan por aquí comiendose el amazonas y las casas de la incontable gente que vive en ella. No hay carreteras, pero sí hay aviones, no hay automóviles, pero yamaha y honda conquistaron toda la zona. La maldita modernidad confunde a cualquiera, esto no se trata de reprochar algo a alguien... Me acuerdo de Hopenhayn y de su avión sin piloto, me da pena porque a veces creo que la razón se los va a comer a todos. Me gustaría escuchar alguna leyenda nueva de la selva, donde Yacuruna o el Tunchi se empiezan a comer los televisores, dejando vivos los computadores y exigiendo a las personas, en los sueños, aprender sobre software libre.

El único remedio de la selva contra esta enfermedad del pensamineto, además de las plantas, son las fiestas. Extrañamente la peste católica sirve para dejar inmunes a los nativos de la fiebre que trae el mosquito europeo. Me quedo con su alegría y sus gestos acogedores y amables... Finalmente, déjeme insistir... en la selva, lo mejor son las charapitas.