(El siguiente texto es la introducción de Land of Cush, libro de imágenes sobre Sudán del sur de Cedric Gerbehaye publicado este año)
Juba, la capital del país más reciente del mundo, la República de
Sudán del Sur, es una pequeñísima mancha dejada por el hombre en un
vasto, salvaje paisaje de ríos, jungla, planicies de aluvión y
ocasionales montañas de piedra roja. El perímetro occidental de la
ciudad es su pista de aterrizaje y el oriental son las aguas marrones
del Nilo Blanco, donde un único, viejo puente de metal Bailey atraviesa
el río. Del lado opuesto, un sendero de jeeps y ganado serpentea hacia
la espesura.
Juba misma es una plantilla irregular de casas modestas de techo de
lata esparcidas sobre una colina encima del Nilo. No hay turistas ni
hoteles. Los visitantes se quedan en complejos autónomos que ofrecen
carpas o en contáiners marítimos. La ciudad se acaba en unos
desparramos de chozas de barro con techos cónicos de paja. Juba sólo
ostenta unos pocos cientos de automóviles. El edificio más alto era,
hasta hace poco, de apenas cuatro pisos de alto.
A primera vista, Sudán del Sur parece una visión de un África del
pasado, pero la naturaleza que rodea a Juba está prácticamente vacía de
vida. La mayoría ha sido exterminada o expulsada hacia remotos pantanos
durante las décadas en que buena parte de Sudán del Sur era el campo de
batalla principal de uno de los conflictos más largos del continente.
Tampoco hay muchos seres humanos. Dos millones y medio de personas, se
cree, murieron en las dos largas guerras nacionales desde 1960, cuando
Sudán ganó su independencia, en su mayoría por hambre y enfermedad,
dejando al Sur con su población actual de unos ocho millones de personas
en una región apenas más pequeña que Francia.
Los más antiguos caminos de Juba son de una laterita roja bordeada
por grandes mangos y acacias. Allí todavía se distinguen vestigios de la
era colonial británica, en los bungalows, el hospital y un puñado de
iglesias y escuelas dispuestas en jardines espaciosos detrás de muros
bajos. Cerca del centro de la ciudad, donde los hombres se sientan bajo
la sombra de una hilera de mangos a fumar pipas de agua y tomar té,
también hay un racimo de centenarios edificios de piedra –las
casas-tiendas de marfil de los comerciantes griegos que fueron los
primeros residentes de Juba.
Recientemente ha comenzado a emerger una Juba más moderna. Se
construyeron nuevas villas, con ventanas enrejadas y techos brillantes
que parecen de un plástico azul, rojo o verde, como los que tienen los
locales de comidas rápidas en los Estados Unidos. Sus jardines son
minúsculos, pero sus muros son altos y coronados de alambre de púas
electrificado, y tienen garajes escondidos en el interior para nuevos y
caros SUVs: Toyota Land Cruisers, Mercedes Benzes y unos pocos Range
Rovers. La mayoría de la gente de Juba es demasiado pobre para poseer
autos, sin embargo; toman los atestados microbuses matatu que colman las
calles o montan en bicicletas. Muchos caminan.
No hay comentarios:
Publicar un comentario