Por un oxímoron.
El hombre acontecimiento pertenece a “repartidas por el viento” no sé qué oportunidad fue, pero lo fue. A veces pienso que fue la última, otras veces pienso que fue la primera. Lo cierto es que el hombre acontecimiento fue un regalo, bajó del mundo de las estrellas y a través del mundo de los sueños aterrizó en mi cabeza, luego a las demás. Gracias abuelit@s, torpemente lo convierto en un capricho.
El hombre acontecimiento era primitivo, se pintaba la cara, usaba cuernos y a penas se cubría el cuerpo. Quizás por eso la gente del pueblo no lo quería, porque era gente civilizada. Al hombre acontecimiento le gustaba vivir dentro del bosque, cerca del agua que corre, hablaba con la mama cocha y comía carne animal. Pero era solitario y la gente civilizada se ponía nerviosa cuando se lo pillaba por ahí. La gente civilizada comía en una mesa y dentro de la casa, hacía correr el agua por la cañería y daba mucho por sentado. Para lo único que todavía visitaba el bosque, era para recoger leña y también para tener privacidad, porque el pueblo era pequeño y eso hacía la vida mundana media incómoda. La gente civilizada ya ni se acordaba de los abuelos y los espíritus antiguos, así que el bosque estaba solo, medio muerto, fome. Lo único que le daba vida aún era precisamente el hombre acontecimiento.
A estas alturas la gente del pueblo empezó a ver limitadas sus libertades en el bosque cuando se encontraba con el hombre acontecimiento, sospecharon que robaba comida, herramientas, ropa, dinero, incluso sospecharon que hubiera matado a alguien por ahí. Cosa rara porque el hombre acontecimiento era primitivo y no tenía mente para todo eso. No obstante, la gente civilizada así lo creía. Por lo tanto, llegado cierto momento actuaron en consecuencia. Resolvieron entonces deshacerse del hombre acontecimiento, nada concreto, pero sí resolutivo.
Hace tiempo que la gente civilizada criaba jabalíes, los criaban para carne y para cruzarlos con cerdos domésticos. En los afanes de la crianza, aparecían de repente machos alfas difíciles de controlar. Resulta que estos jabalíes machos tenían una naturaleza de líder que la vida en cautiverio difícilmente podía retener. Muchas veces la gente civilizada resolvía matarlos para carne si tenían más de uno, casi nunca los soltaban de vuelta al bosque, esto por miedo a que el animal volviera para vengarze. La inteligencia del jabalí era algo que incomodaba a la gente civilizada. En esta oportunidad había disponible en el pueblo un segundo macho, hijo del primero, mestizo y mucho más grande que su padre. La gente civilizada pensaba en usarlo para matar al hombre acontecimiento y luego, sacrificarían al animal para dar de comer a todos en una enorme fiesta festín. Al menos ese era el plan.
La gente civilizada temía el enfrentamiento y prefería el diálogo, por lo tanto todo esto del hombre acontecimiento no estaba tan claro. No se sabía quién soltaría al animal, ni cómo harían para que el animal enfrentara su objetivo. Al pasar el tiempo, la gente civilizada perdió la paciencia y algo más. Se generó una gran confusión y se armó un tremendo tumulto en la pocas calles del pueblo. Confusión y sus amigos abrieron el corral del jabalí mestizo y este con sus tremendos cuernos atravesó a varios. La sangre que brotaba trajo consigo a la diosa de la rabia y el odio, la que se apoderó por unos instantes de confusión. El desorden avanzó por el pueblo hasta el bosque intentando acorralar al hombre acontecimiento, pero no lo encontraban. El hombre acontecimiento impresionado con todo, miraba absorto desde lo alto de un árbol. Igual que un mono, siguió el tumulto a través del bosque, sin que la gente -ya no tan civilizada- pudiera notarlo. Lanzas, mazos, tridentes y picotas usaban para acorralar al jabalí, le hicieron varias heridas que chorreaban sangre, pero no le hacían suficiente daño como para debilitarlo, todo lo contrario, lo enfurecían más. Conmovido por tanta torpeza y crueldad, el hombre acontecimiento quiso bajar y ayudar al pobre animal. Esperó a que llegaran frente a un murallón de roca, un verdadero callejón sin salida de la naturaleza y consideró que era el lugar perfecto. Bajó del árbol de un salto e hizo su gran aparición. Tal fue la impresión para el tumulto, que por fin hubo silencio.
El hombre acontecimiento se puso de pie y todos vieron lo primitivo y animalesco de su apariencia, sus ojos y rostro pintados de rojo, los cuernos y trenzas que le colgaban de la cabeza, la suciedad del torso y el extraño taparrabo que usaba. Por supuesto que iba descalzo. La gente civilizada miraba con espanto al hombre acontecimiento y como si no supieran qué hacían allí, nada hicieron, con suerte notaron que el hombre se parecía al animal, sus colores daban la impresión que también estaba herido, como el jabalí mestizo, la pintura parecía sangre, la mugre parecían llagas. El animal por fin notó la presencia del hombre acontecimiento y comenzó a respirar más agitado, golpeó el suelo con una de sus patas y la gente civilizada se alegró. Con cierta maldad en sus rostros se dibujó alegría en su caras, creyeron que por fin el animal arremetería contra el incómodo hombre acontecimiento. Arrancó a toda velocidad como si fuera a embestir su objetivo, el hombre acontecimiento ni se movió, parecía que ni siquiera respiraba, iba con tanta fuerza el animal que seguro destrozaría al individuo. De manera muy impresionante el jabalí mestizo evadió al hombre acontecimiento en último momento y golpeó fuertemente el murallón de roca que había al final. El hombre acontecimiento se mostraba estoico, inmóvil. El animal se incorporó e hizo una ronda por detrás del hombre acontecimiento, parecían unidos. Esto alteró la malévola alegría de los rostros de la gente civilizada, creyeron que se volvería todo en contra de ellos, pero el hombre acontecimiento seguía inmóvil. El Jabalí comenzó a olfatearlo y de a poco el animal se empezó a frotar suavemente con las piernas del hombre acontecimiento, momentos después la bestia golpea el suelo con una de sus patas delanteras y liberó un aullido gutural que hizo eco en el universo mismo. Tan fuerte fue el sonido, que borró de golpe la sombría expresión de los rostros de la gente civilizada. A cambio, el acontecimiento se empezó a revelar y nació en las caras de estas personas una expresión de ternura, como si hubieran notado la profunda queja del animal. Como si hubieran notado recién las heridas y el cautiverio en el que nació el animal, como si recién ahora se hubieran vuelto humanos. Confusión empezó a tomar forma y algunas personas derramaron lágrimas y otros empezaron a arrodillarse, como si de una redención se tratara.
El hombre acontecimiento puso su mano izquierda sobre la cabeza del animal y éste hizo un sonido que resonaba ternura, a lo que le continuó un pequeño aullido de queja. La gente civilizada miraba la escena como si fuera una película de cine, en silencio y embobada. El hombre acontecimiento comenzó a hacerle cariño al animal y éste por primera vez sintió ternura, sus orejas se agacharon y él también. Se echó en el suelo y se refregó con tierra. El hombre acontecimiento le pasó las manos por las heridas con tierra y terminó de cubrir aquellas que aún se veían rojas. Lo ayudó a hacer costras. El hombre acontecimiento miró al cielo y dijo extrañas palabras, olvidadas por este mundo. Tal fue el impacto que se contrajo el universo entero. Comenzó a caer sudor del cuerpo sucio del hombre acontecimiento y el jabalí se revolcaba tiernamente en la tierra y como si esperara un gran acontecimiento se acomodó bajo el hombre primitivo. La transpiración del hombre acontecimiento cada vez era más profusa, suave y clara, como si fuera agua pura. A los pocos minutos hizo un charco en el suelo y el jabalí ahora se revolcaba en júbilo. El charco creció sorprendentemente hasta donde estaba la gente civilizada, que empezó a retroceder suavemente sin apartar la mirada de la escena.
El charco ahora era un pequeño pozón y minutos después ya era una diminuta laguna que cubría al agachado hombre acontecimiento hasta sus brazos. El jabalí mestizo tenía el agua hasta las orejas, salpicaba gotas de agua y las movía a ratos cortos e intensamente, como si fueran las alas de un picaflor. El hombre acontecimiento puso su frente sobre el cráneo del jabalí y dijo otras extrañas palabras, pero esta vez el eco se sumergió en el agua. Inmediatamente el hombre acontecimiento empezó con movimientos en su pecho y en su garganta, como si fuera a vomitar, a regurgitar algo. El extraño momento se corona cuando el hombre acontecimiento abre la boca en dirección al cielo, se asoma entonces la boca de un pez. El movimiento continúa hasta que se empieza aparecer un tremendo pez por la boca del hombre acontecimiento. Verdaderamente inmenso, el pez de unos 20 kilos, termina de salir del hombre acontecimiento y se sostiene con misterio sobre la boca de él. Finalmente el hombre acontecimiento toma el pez y se lo da al jabalí. El animal nunca había probado el agua y mucho menos había comido un buen pescado. De nuevo el animal hizo un aullido de ternura medio ahogado porque sus mandíbulas se ocupaban de comer la extraña ofrenda.
Mientras miraba concentrado el hombre acontecimiento se empezó a transformar, su cuerpo se estiró desde sus hombros, lo suficiente como para alargar a lo ancho su rostro. Sus dientes y mandíbula se alargaron en dirección horizontal y comenzó a tomar la forma de un ser del mar, su cuerpo también se alargó y ensanchó, su piel se volvió escamosa y sus piernas se unieron formando una cola de pescado. Se le asomó una aleta por la espalda y la tremenda boca mostraba una dentadura con filudos dientes, parecía tiburón. En pocos minutos su cuerpo se volvió cada vez más gelatinoso y transparente, hasta que por fin se hizo agua, confundiéndose completamente con la pequeña laguna. Lo que duró su transformación, duró la merienda del jabalí mestizo, una vez satisfecho el animal hizo como si nunca hubiera estado junto al hombre acontecimiento, se dio media vuelta, salió de la pequeña laguna y se perdió entre medio del bosque.
La gente ya no se sentía tan civilizada, se vio sucia y muchos estaban avergonzados, todos querían olvidar y retomar sus vidas civilizadas, como antes, pero ya no era tan fácil después de haber tratado de eliminar torpemente al sorprendente hombre acontecimiento.