Desde los inicios de la modernidad hasta nuestros tiempos,
ha existido un fuerte interés en el desarrollo amplio y profundo de la cualidad
racional de nuestra mente, lo cual nos ha llevado a un nivel de complejización,
organización y abstracción que nos ha permitido comprender y estructurar la
realidad tanto externa como interna de maneras tal vez insospechadas hace
siglos atrás. Esto se manifiesta, entre otras cosas, en el desarrollo de la
ciencia y la tecnología, con lo cual hemos ido adquiriendo un poder de
observación y manipulación de la realidad material que a ratos parece ser
abismante. Si bien existen innumerables beneficios a partir de este desarrollo,
la hegemonía del modelo científico y racional en el que se ha ido construyendo
nuestro mundo ha olvidado o dejado en segundo plano aspectos más invisibles de
nuestra experiencia que muchas veces conviven en el plano de lo misterioso, lo
irracional o incluso mágico, una esfera en la que muchas veces podemos ver
inmersos a los niños.
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